“Es muy sincrónico con el cielo de este momento, Saturno que es el planeta del límite y de la maduración está sobre Urano que es el planeta de la exploración, de moverme, de conocer otras cosas” – Código Cósmico
Probablemente a aquelles que no sean muy espirituales y esotériques, y no crean en las energías y en las alineaciones de los planetas, esto les parezca una pavada. Pero sí, la decisión de volver a Argentina la tomé en un momento en que Saturno estaba sobre Urano y sí, sentí la energía que me llevó a considerar que era el momento justo de pegar la vuelta. Pero también como comenté en la entrada anterior, la decisión ha requerido de un cambio de perspectiva: concebir este paso como si me mudara a otro país; porque la Santa Fe que dejé en el 2005 claramente no es la misma de hoy en día.

Seguimos haciendo balance, esta vez unos meses después del aniversario de mi vuelta a casa. La decisión fue pensada y repensada durante mucho tiempo (no suelo ser una persona de hacer cosas impulsivamente). Comenzar terapia antes de dar el gran paso y continuarla por un largo tiempo fue una decisión muy acertada. Es muy curioso observar las reacciones que se han generado a partir de esa toma de decisión; las cuales han sido variopintas y creo que ameritan una reflexión:
Del lado de allá
Al trabajar en una escuela internacional he tenido la posibilidad de conectar con personas provenientes de una gran variedad de lugares que decidieron migrar a Alemania por diversas razones. Si bien se trata de profesionales de todos los rincones del mundo, se podría decir que estamos hablando de “expats” ya que en su mayoría son personas de un nivel socio-económico medio-alto que trabajan en una escuela privada de elite. Resulta sumamente interesante observar nuevamente de que forma el poder del lenguaje va tejiendo jerarquías en el uso de vocabulario relacionado a las migraciones. Siempre que se escucha la palabra expat inmediatamente se la asocia con una persona blanca del norte global y no así cuando se emplea el termino migrante, usualmente relacionado a personas con piel más oscura que migran en busca de mejores oportunidades. Si bien estamos ante un fenómeno linguistico fascinante, no deja de parecerme cruel y discriminatorio a la vez (les comparto este articulo que leí hace un tiempo y me pareció interesante – link).
Dentro de ese grupo, conecté muy bien con algunas personas y he vivido momentos muy positivos, he crecido un montón, adquirido nuevas herramientas muy valiosas para mi profesión y he disfrutado mucho trabajar en un entorno multicultural. Sin embargo, nunca terminé de sentirme 100% cómoda. Había algo que me hacía ruido. Luego de 3 años me di cuenta que se trata de un mundo ficticio. Una burbuja donde reinaba la multiculutalidad y la diversidad pero de un determinado sector social con un alto poder adquisitivo (la cuota en este establecimiento es absurdamente elevada y les niñes pertencen a familias cuyos xadres trabajan en empresas como Siemens entre otras). Si bien ha sido una experiencia enriquecedora, indudablemente no es el tipo de red social que se alinea con mi personalidad y estilo de vida.
Mi último día de trabajo fue bastante peculiar (ya a estas alturas estoy acostumbrada a las despedidas, pero no dejan de provocar una cosita que no es difícil de explicar). Me pasé el día despidiéndome de alumnes (algunes de les cuales me robaron el corazón) y de compañeres cuyas reacciones han sido básicamente dos: Al contarles que era mi último día de trabajo y que volvía a mi país de origen, algunas personas me preguntaban cual es ese lugar; y al decir Argentina, la reacción inmediata era: “¡Ah claro! Ahora entiendo” (con mucho énfasis). Otras personas me preguntaba si esa decisión me hacia feliz a lo que respondía: “absolutamente”, y se alegraban por mí y obviamente otres no emitirton opinión o mostraron signo de interés por el tema.
Por otro lado, la reacción de mis amigues latinxs en Alemania ante la noticia de mi partida siempre ha sido de mucho apoyo y en general de empatía entendiendo mi felicidad. Muches de elles han prometido venir a visitarme y espero (más les vale) que cumplan 😉
Del lado de acá
Las reacciones de las personas de este lado del charco son muy peculiares y ciertamente ameritan un análisis (a veces pienso que tendría que haber estudiado sociología ya que me encanta observar y analizar el comportamiento de las personas ante situaciones poco convencionales). Obviamente que mi familia y amigues me apoyaron al 100% (mi vieja más feliz que una perdiz), se podría decir que puedo jactarme de tener una red de contención afectiva muy solida y eternamente agradecida por ello.
Por otra parte, me he encontrado con otras reacciones muy curiosas e interesantes de analizar. Pareciera que les molesta (hasta les da bronca) que alguien decida volver a la Argentina; que alguien decidiera apostar por un futuro en este país. Suelen decir exacerbadamente: “¡Pero cómo te vas a volver y de Alemania!” (Cuánto daño han hecho y siguen haciendo algunos medios de comunicación). Pareciera que la remota posibilidad de que alguien elija este país para vivir es inviable para elles.
Curiosamente y ligado a este tema, hace poco me encuentro con un video no muy largo en Youtube de la DW en español que se titula “La decisión de dejar el país”en el cual se muestran las historias de algunas familias argentinas que planean mudarse a Alemania por diversas razones. A partir de comentarios que recibí en mi entrada anterior (ver link) y otros tantos que leí a partir de este video me di cuenta de que siempre se hace énfasis en la migraciones de les argentines hacia otros países y poco se dice sobre les que tomamos la decisiones de volver. Y gracias a todos esos cometarios, me di cuenta que somos muches y que indudablemente pareciera que la idea de que en este país no se puede vivir vendiera mejor, es como un mantra que repiten aleccionadamente (nuevamente cuánto daño hacen algunos medios de comunicación!).
Los pros
Fiel a mi estilo, voy a comenzar este balance sobre el tiempo transcurrido de vuelta en casa con los aspectos positivos (es fundamental siempre mirar el vaso medio lleno).
Aunque parezca contradictorio (teniendo en cuenta mi estilo de vida nómada) la familia siempre ha sido un pilar fundamental para mí y poder tenerla cerquita me llena de felicidad. Este estilo de vida que fue gestándose a lo largo de 17 años tiene su costado bueno y el no tan bueno. Cuando decido emprender esta aventura mi sobrino tenía 7 añitos. Si bien siempre hemos estado en contacto y hemos hecho varios viajes juntes, no tuve la oportunidad de acompañarlo en sus diferentes etapas de crecimiento y eso es algo que siempre me va a pesar. Mas allá de extrañarnos mucho, nunca me ha recriminado los años de ausencia pero si se podría decir que es lo que más me ha dolido. Es lo que usualmente sucede cuando se decide entre dos caminos, siempre se gana por un lado pero se pierde por otro, es ley de vida. Es claro que el tiempo perdido no se recupera, pero si estamos reconfigurando el vínculo desde otro lado y sobre todo desde la cercanía.

Frase de cabecera si las hay (durante mi última etapa en Alemania tenía esa frase en la pared enmarcada con fotos de momentos, lugares y personas importantes para mí). Debo confesar que ya hacía un tiempo que venía teniendo esa curiosidad de lo que es tener tu lugar físico (mi hogar siempre ha sido el mundo y mi lugar físico, una valija, mi carry-on, la mochila y la cámara). Mi hogar, hoy por hoy, es todo lo que siempre he querido y lo que necesito. Tiene las dimensiones necesarias y la distribución adecuada para mí y, lo más importante, un flujo de energía muy positiva (su distribución permite que circule el aire y las energías adecuadamente, según el Feng Shui). Fue medio de casualidad que fui a dar con este depto (otro de los tantos beneficios de la terapia) y tuve mucha suerte de poder alquilarlo inmediatamente (los departamento no solo son escasos sino que también son caros en esta ciudad). Definitivamente quien le termina de dar ese toque mágico a mi hogar es ella, mi partner in crime, mi popita la la la la la (lease cantando la canción de Pet Shop Boys o la de la abuela, en su defecto), mi gata-hija que llena cada rincón con su amor incondicional.





El counter cultural shock es lo que más he temido desde que la idea de volver empezó a rondar en mi cabeza. Hasta el momento creo ir llevándolo bastante bien (creo yo que la terapia tiene mucho que ver junto a la perspectiva de iniciar una nueva vida en un lugar familiarmente nuevo). En todos estos meses he conocido gente extraordinaria y a su vez he reconectado con viejas amistades reconfigurando y estrechando vínculos. He vuelto a visitar lugares que marcaron mi infancia y adolescencia, lugares físicos y lugares literarios a través de la relectura de libros que han sido pilares fundamentales en mi vida. Lo mejor de estos recorridos es que no se hacen desde la nostalgia del pasado que nunca volverá, sino desde ojos nuevos de quien vuelve con un bagaje que no solo lo dan los años, sino los viajes, las experiencias y las personas encontradas en el camino.
Los cons
Claramente la vuelta a casa no ha sido un camino de rosas como tampoco lo han sido cada una de mis travesías alrededor del mundo. Establecerse en un lugar siempre lleva aparejado un sinfín de vericuetos: buscar casa o depto, contratar los servicios de internet, luz, gas etc, cuestiones legales e impositivas y la maldita burocracia, burocracia y más burocracia (algo que en todos los países es, en mayor o menor medida, un calvario).
En una oportunidad, una de esas tantas personas que nos cruzamos por los caminos de la vida hizo un intento de radiografía de le argentine (en comparación con el resto de les latinoamericanes) y dijo que es quejose y, o es psicologue, o hace terapia o te manda a terapia. Si bien puede ser una descripción un poco escueta y estereotipada, no dista tanto de la realidad (wink 😉 ). Como ciudadana del mundo y desde una perspectiva en cierta forma un poco más objetiva (o menos subjetiva), creo que de una forma u otra, en mayor o menos medida, les argentines son quejoses (obviamente no es bueno generalizar). Y es por tales características que, en ciertos entornos y rodeada de ciertas personas con las que me cuesta conectar me siento como una outsider (igual no es algo nuevo, en otras ocasiones me he sentido así en los distintos países donde viví e inclusive en mi misma ciudad de origen mucho antes de tomar la decisión de migrar).
Si bien me niego rotundamente a ser cruel con mi país, creo ser bastante objetivamente crítica de él. Creo que siempre lo he sido, solo que ahora trato de ser justa y de no hablar por hablar o repetir sin al menos tratar de cotejar fuentes y datos. Por otro lado, tampoco voy a ser tan necia de no reconocer los problemas graves que atraviesa en la actualidad. Los hay (como en todos lados), siendo la inflación y la inseguridad los más preocupantes de todos.
También es cierto que inflación hubo toda la vida (al menos los años de mi vida), siempre hubo épocas en las que no se podía vivir, crisis económicas devastadoras como en el 2001 y situaciones sofocantes no solo por la inflación, sino también por la falta de libertad como fueron las épocas de dictadura. En fin, la historia política, social y económica del país se caracteriza por ser cíclica y es necesario conocerla para evitar seguir cometiendo los mismos errores.
Y como no podía ser de otra forma, la vida se trata de círculos que se cierran. Al poco tiempo de volver a casa, mi profe de alemán (quien me enseñó unos meses antes que me vaya y gracias a la cual llegué a Alemania sabiendo los números y pudiendo decir algunas frases) me contacta para hacerme algunas consultas ya que ella había decidido embarcarse en la aventura de hacer un Master allá. Para mí fue una alegría inmensa (me acuerdo que cuando estaba haciendo clases con ella me preguntaba: “¿Qué hace esta chica que no está allá?, pero ya sabemos que esas son cuestiones personales). En estos momentos se encuentra disfrutando de la montaña rusa de emociones que es transitar estudios universitarios en Alemania.
Siempre, absolutamente siempre voy a apoyar a aquellas personas que tengan el deseo o la necesidad de migrar, por la razón que sea. Estoy convencida que más allá de los beneficios culturales y vivenciales que tiene migrar a otro país, es un salto que es necesario dar en la vida, por curiosidad, por necesidad, por aventura, por locura, por lo que sea. Estoy plenamente convencida de que el aprendizaje y el crecimiento que se adquiere viajando y viviendo en otros lugares es difícil conseguirlo de otra forma. Se desarrolla la empatía, la curiosidad, las competencias culturales, se modifican perspectivas, you think outside the box, se desarrolla el pensamiento crítico, la tolerancia, la bondad y la generosidad.
¿Y por qué Santa Fe?
¿Y por qué no? (me encanta hacer eso jajaja).
Santa Fe de la Vera Cruz es una ciudad de unos 400.000 habitantes. Se encuentra en el centro-norte del país y si de algo se caracteriza es de que hace mucho calor en el verano, hay mucha humedad y te devoran los mosquitos, pero mas allá de eso, es un paraíso (léase con ironía jajaja). Bromas aparte, creo que es el lugar adecuado. Está en el centro del país, es decir, no está taaan lejos (es que acá todo está muy lejos) de otras regiones y está cerca de la capital del país. No es una ciudad muy grande, por ende no tan caótica, pero tampoco un pueblo. El estilo de vida no es tan costoso (cómo en Buenos Aires) y al no ser tan grande se puede llegar con cierta facilidad a todas partes. Presenta una amplia agenda cultural con una diversidad de actividades para hacer los fines de semana y también muchas actividades como cursos y talleres para hacer durante el año de forma gratuita.
Y en esta reflexión no podía faltar el cuento de Dady sobre el primo que se fue a Canadá. Tantas veces lo he escuchado (y cagado de risa) desde el otro lado, desde el lado de allá, con la nieve, con el frio y con esas ganas de Litoral. Hoy puedo disfrutar (y seguir cagandome de risa) del cuento desde lado de la santafesina que disfruta de la pileta, los lisos y el asado con la familia y amigues.
Acá les dejo el link. «Un santafesino en Toronto«. Imperdible!
A modo de conclusión, creo que también es importante reflexionar sobre los cambios que no solo ha transitado mi vida sino el mundo en general. En este rincón hacia el upite del mundo la pandemia parece un mal recuerdo. Estamos como si aquí no hubiera pasado nada. Pero yo me niego a pensar que pasó así sin pena ni gloria, sin dejar una enseñanza, sin que nada cambie. En lo personal, fue una de las tantas razones que contribuyeron a tomar la decisión de “volver” a casa y la enseñanza de que la vida son tres días y ya pasaron dos (como diaria Beto).
Si gente, a más de un año de vuelta en mi tierra sigo eligiendo quedarme.
A cuidarse!
Andy
PD: No puedo evitarlo, la verborragia es una de las características de mis genes argentinos. La buena noticia es que la próxima entrada se va a tratar de menos palabrerío y más relato visual 😉
Bonus track
Para celebrar el día de la lengua materna me parece adecuado compartir este poema que además de ser bello se alinea con el balance que se ha hecho en esta entrada. Disfruten de esta obra de arte.
La Patria – Julio Cortázar
Esta tierra sobre los ojos,
este paño pegajoso, negro de estrellas impasibles,
esta noche continua, esta distancia.
Te quiero, país tirado más abajo del mar, pez panza arriba,
pobre sombra de país, lleno de vientos,
de monumentos y espamentos,
de orgullo sin objeto, sujeto para asaltos,
escupido curdela inofensivo puteando y sacudiendo banderitas,
repartiendo escarapelas en la lluvia, salpicando
de babas y estupor canchas de fútbol y ringsides.
Pobres negros.
Te estás quemando a fuego lento, y dónde el fuego,
dónde el que come los asados y te tira los huesos.
Malandras, cajetillas, señores y cafishos,
diputados, tilingas de apellido compuesto,
gordas tejiendo en los zaguanes, maestras normales, curas, escribanos,
centroforwards, livianos, Fangio solo, tenientes primeros,
coroneles, generales, marinos, sanidad, carnavales, obispos,
bagualas, chamamés, malambos, mambos, tangos,
secretarías, subsecretarías, jefes, contrajefes, truco,
contraflor al resto. Y qué carajo,
si la casita era su sueño, si lo mataron en
pelea, si usted lo ve, lo prueba y se lo lleva.
Liquidación forzosa, se remata hasta lo último.
Te quiero, país tirado a la vereda, caja de fósforos vacía,
te quiero, tacho de basura que se llevan sobre una cureña
envuelto en la bandera que nos legó Belgrano,
mientras las viejas lloran en el velorio, y anda el mate
con su verde consuelo, lotería del pobre,
y en cada piso hay alguien que nació haciendo discursos
para algún otro que nació para escucharlos y pelarse las manos.
Pobres negros que juntan las ganas de ser blancos,
pobres blancos que viven un carnaval de negros,
qué quiniela, hermanito, en Boedo, en la Boca,
en Palermo y Barracas, en los puentes, afuera,
en los ranchos que paran la mugre de la pampa,
en las casas blanqueadas del silencio del norte,
en las chapas de zinc donde el frío se frota,
en la Plaza de Mayo donde ronda la muerte trajeada de Mentira.
Te quiero, país desnudo que sueña con un smoking,
vicecampeón del mundo en cualquier cosa, en lo que salga,
tercera posición, energía nuclear, justicialismo, vacas,
tango, coraje, puños, viveza y elegancia.
Tan triste en lo más hondo del grito, tan golpeado
en lo mejor de la garufa, tan garifo a la hora de la autopsia.
Pero te quiero, país de barro, y otros te quieren, y algo
saldrá de este sentir. Hoy es distancia, fuga,
no te metás, qué vachaché, dale que va, paciencia.
La tierra entre los dedos, la basura en los ojos,
ser argentino es estar triste,
ser argentino es estar lejos.
Y no decir: mañana,
porque ya basta con ser flojo ahora.
Tapándome la cara
(el poncho te lo dejo, folklorista infeliz)
me acuerdo de una estrella en pleno campo,
me acuerdo de un amanecer de puna,
de Tilcara de tarde, de Paraná fragante,
de Tupungato arisca, de un vuelo de flamencos
quemando un horizonte de bañados.
Te quiero, país, pañuelo sucio, con tus calles
cubiertas de carteles peronistas, te quiero
sin esperanza y sin perdón, sin vuelta y sin derecho,
nada más que de lejos y amargado y de noche.